Apuntes para desentumecer los dedos

Veía en Oleísmos una caricatura que me ha puesto a pensar mucho. O es que yo suelo pensar mucho en eso.

Y eso. Que últimamente soy invisible. A veces por elección, a veces porque no hay quien me busque con la mirada, con la palabra que resuene para sacarme del silencio. Lo jodido es acomodarse a ello, o quizás no lo sea tanto cuando aprendés a creer en aquello de no decir nada que no sea mejor que el silencio. 

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El trabajo es un reto. Profesionalmente estoy contento de lo que hago, del chance. sé que tengo esa tendencia a encerrarme en mi actividad laboral, a empilarme en algo y a dejar muchas cosas importantes a un lado. A veces es cómodo, a veces un huevo. Últimamente es demasiado cómodo enfrascarme en el trabajo. Respiro más en esa oficina que en algunos otros ámbitos de laexistencia. Puntualmente, respiro más que en casa, aunque no tenga acceso a toda mi música ni pase ahí todo el día, todos los días. 

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Estoy ajustándome a la idea de tener un presupuesto. Nunca he sido un ser de demasiados hábitos, justamente porque puedo apegare demasiado a las reglas, pero tengo esta manía de ir apuntando hasta lo que gasto en tortillas. Me vendrá bien para las auditorías, creo


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Creo que desde que comienza el invierno hasta que pasa la época de los frentes fríos es la época más jodida para ser soltero. En invierno, la lluvia da ganas de tener con quien acomodar la humedad de los huesos y compartir el abrazo bajo los portales o las sombrillas. en los frentes fríos el viento sopla nostalgias y no hay donde posar la mirada, donde recargarse para el suspiro. Yo, y mis rodillas, que chirrían por  lo húmedo y lo frío lo sabemos demasiado bien. No hay nadie a quien querer ver a las seis de la tarde un viernes después de una reunión detestable. Nadie hay para espulgarnos mutuamente las ganas. 

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Mi cama es ahora grande. Tengo una librera. A veces me aburro. Normalmente no escribo ya, sólo abro otro documento y le espulgo la ortografía, las tablas y las sangrías. Tengo sueño. Tengo que salir mañana a campo. Y si, no hay a quien llamarle al regreso. Nomás dejar una perdida a la oficina, para que sepan que ahí voy al escondite de nuevo. 

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