Volver al cuaderno

Tanto silencio del que venir a hablar. Tanto porque hay tantas cosas guardadas, tantas cosas ocurriendo a la vez. Pero la edad lo vuelve a uno consciente de la repercusión, de la consecuencia y la huella. Lo que una vez fueron ráfagas de palabras que salían, líneas saliendo como borbotones, ideas como pus escurriendo por las heridas, es hoy algo que enmascara incontables silencios.

Hubo otra época en que soltar todo era fácil.

No, viéndolo bien, nunca ha sido fácil. Pero era más fácil no pensar en las consecuencias, no pensar en la bendita huella digital, en motores de búsqueda y gente escudriñando, gente viendo qué decís, como estás y qué creés. Era más fácil cuando no éramos conscientes, cuando no hubo el primer reclamo, el primer "y porqué escribiste eso", cuando escribir no tenía más implicación que la sensación de vacío, de desahogo, del aliento cansado de líneas y líneas.

No solo es la consciencia de consecuencia, es también la consciencia de lo fútil de muchas palabras.

La reflexión últimamente se me va para dentro, la sensación de tener qué decir pasa por preguntarme si realmente importa tanto como para hablar de ello, si vale la pena desgastar palabras en algo que es tan efímero. Todo es tan inflamable, dice el nombre de un álbum. Dice mucho.

Al final, quizás todo sea decir que me estoy poniendo un poco más viejo al darme cuenta que he aprendido a borrar más líneas de las que escribo. Al final quedan estos tres o cuatro párrafos, que son incontables silencios, cientos de palabras borradas, líneas transformadas en otra cosa, pero que cumplen con dejar una suerte de constancia del tránsito por el mundo en este algo que es jodidamente efímero - como la vida misma y sus afanes -.

Quizá es solo el pensar en las consecuencias. Quizá es solo eso. Quizá necesite volver al viejo hábito del cuaderno bajo el colchón.



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Un día, se da cuenta uno que el sitio donde esto está alojado decide cerrarte al cuenta y todo queda ahí, todos los textos, todas las palabras, todas sus referencias, todo es inflamable. Nadie vendrá años más tarde a encontrarlo bajo una pila de libros, a hojearlo después de quitarle el polvo, a adivinar qué ocurrió en aquel entonces. 

Un día de estos encontré un cuaderno donde algunos de estos textos del blog eran más largos, más intensos. Noté sus diferencias. Siempre he sido más o menos consciente de las repercusiones de un texto y de ahí que incluso muchas queden en borrador para siempre. Y he estado rumiando esta noción del ser consciente de las consecuencias, que es más o menos de lo que trata la adultez. Bueno, o de eso creo que se trata. 

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