De tiempos no conjugados

Antes me daban ganas de escribir poemas. Me desesperaba sin un papel cerca, adonde poner esas dos o tres líneas que como si fueran una drogan calmaban mi ansiedad. Hoy pues, vienen a mi frases que pudieran ser versos o no, según usted entienda. Pero no me desespero por escribirlas. Nomás los siento ascender por mi yugular, instalarse en mi esternocleidomastoideo, y cargarse mientras se columpian en mi trapecio hasta caer en mi columna vertebral, que, cargada con tanta frase desatinada no cabe en mas que arquearse un poco más, hasta volverme una suerte de crustáceo que mira con el alma al suelo mientras el corazón se comprime contra el pecho. No hay quien le de un golpe en la espalda a uno cuando lo que se recargó una noche es, digamos la imagen de una mujer con la que uno quisiera caminar hasta la casa, hablando de tonteras y enseñándole músicas que sólo a uno le gustan. Es complicado eso a veces.
Pero en mi terquedad habitual me he construido una carga de pasado que me endereza el espinazo un tantito. Habrá qué ver cuanto tarda en evaporarse el orgullo por aquello que fue un espejismo lindo mientras no notamos la deshidratación, la ausencia de lágrima, el sabor salado de la arena, lo que quema la frialdad de una playa ausente.

Buenas noches

Comentarios

Verónica ha dicho que…
Siempre te leo.

Cada vez que lo hago, me dan más ganas de vivir.

Sólo quería que lo supieras.

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