Sagrado
Uno descubre lo sagrado cuando todo vale la pena por ese momento. Lo sagrado es, por ejemplo, sus manos entre mi pelo, su risa o su forma de meterse a limpiar mis silencios (es que hay silencios llenos de polvo y otros húmedos y otros llenos de moho) .
Sagrado es llegar a casa (uno llega a casa hasta que anda por la cocina sin camisa) y echarse una huacalada de agua de la pila sobre la cabeza, dejar que las pequeñas cascadas de agua de la pila caigan y mojen la espalda y brinquen de la panza al piso.
(Hoy le dije que he descubierto que solo descanso hasta que pone sus manos y hace magia de caricias, por ejemplo)
Sagrado es hacerla reír y que inunde el espacio con su voz hasta decirle que hable más suave y le de una pequeña pena que acuno en mis dedos panzones para hacerle otra pequeña risa.
Sagrado es pensar que años atrás eso era un sueño. Y sentirse inmensamente grande y a la vez pequeño.
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