Desatasco

Creo que no me gusta escribir cuando estoy contento. No sé si es porque estoy tan acostumbrado a que ese sea el mecanismo por el que escapó siempre la carga vital; que la tinta, el grafito o lo que sea que saliera como letras usando los dedos fuera el cómo he logrado dar forma a cosas que cargo dentro. No sé. A veces quiero creer que no me gusta restregar en la cara de los demás mi felicidad. Es que no se sabe cuando la felicidad de uno es dolorosa para el otro. No sé. Nunca he sido contagioso. De los sentimientos, digo. De la gripe y otras truncias infectocontagiosas, he sido siempre su destinatario preferido.

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A mis dedos del pie les gusta esto
De tanto estar en el mundo virtual, uno va entendiendo que gran parte de la dinámica de las redes sociales es puro hacer show, mostrar un rostro aumentado o donde nuestra vida es una mierda o  – lo más común –  de que nuestra vida es algo digno de lucirse, de mostrarse: nunca somos tan sanos, trabajadores, optimistas, enamorados, reflexivos, fiesteros o autoindulgentes como en nuestros perfiles de facebook.

Como fuere, tanta exposición es jodida. ¿Hasta donde está la medida en que debemos mostrar o dejar de mostrar nuestras debilidades más pueriles ("Alguien me regala *inserte artículo de juego conectado a su cuenta*") o más graves  ("A _______ le gusta "Sólo fotos de jovencitas de mayoría de edad dudosa en escasez de ropa")?

Construir esa doble identidad es una carga pesada para muchos de nosotros. Sostenerlas, ni se diga.

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Vuelvo a lo de escribir.

¿Porqué deja uno esto? No es que se deje de sentir, de pensar, de reflexionarse o de expresarse. La carga-las cargas, están ahí, pero ni la facilidad del anonimato – que en mi caso no ha habido tal, pero pudiera haberlo si quisiera –  ayuda a volver al espacio en blanco.

Hace tiempo decía que iba a volver al cuaderno, al viejo amigo. Pero tampoco. He vuelto a algunos libros, eso sí. Al menos ya terminé dos libros este año. Algo habría qué decir de todo ello, pero me lo guardo, me lo guardo. Y eso afecta, restringe, quedan cosas sin decir.

Pero es que ahí está la felicidad y la pesada rutina, y más que nada, el ruido, el ruido perenne y el calor sofocante que apenas deja pensar.

Estos días ha llovido y aunque hace algo de calor, esta noche hace silencio.

Quizá el invierno me ha traiga acá de nuevo.

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Razones para estar contento: Ella y su risa y sus preocupaciones y su manera de meter la mano izquierda en mi costado, atrapada entre el cinturón de seguridad y mis costillas, mientras yo conduzco. El trabajo que es siempre bendición y oportunidad de servicio y de construir un futuro. Que me estoy animando a estudiar el semestre que viene (hola, maestría en ciencias sociales) y que de alguna manera curiosa, y a pesar de mis yerros y mis ausencias, siempre hay quien se alegre cuando vuelvo.

Hasta aquí, por hoy

Van a disculpar, ustedes

Víctor


Por cierto, pinche bazo ausente. Qué falta me hacés para estas gripes.

Comentarios

Ligia ha dicho que…
Alegres los ojos que os leen, chero.

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