Indicadores de adaptación

Esto es El Salvador. Cerca de donde usted esté habrá una tienda, una pupusería, una venta de tortillas, vendedores ambulantes de cualquier tipo y cualquier variedad de vigilantes privados. Si usted va a otro lado, tarde o temprano encontrará estos indicadores de que está en el mismo país. Esto exceptuando aquellas zonas residenciales que aspiran a ser un pedazo de otro país en medio de este desvergue.

Cuando cambia de entorno encuentra más o menos los mismos puntos de referencia y al hacerlo se empieza a sentir en casa. Pero un punto puede ser un problema: encontrar una buena venta de pupusas. Una con pupusas de buen sabor y buen precio. Una venta de pupusas con un curtido bien hecho y una salsa recién hecha. Cuya noción de higiene sea más que suficiente para mi tolerancia.

Cuesta encontrarla. A veces uno viaja al anterior entorno nomás por volver a comer las pupusas que alegraban nuestras horas. A veces uno viaja a otro lado (Olocuilta, Los Planes, Antiguo, Nejapa, etc.) en busca de un sabor mítico. Conoce nombres comunes: Bendición de Dios, La Esquinita, Donde la Niña _______, Olocuilta No__, etc. Emigramos al norte y viajamos horas ansiando encontrar  busca ese sabor, esperando encontrar el recuerdo de la casa que hemos abandonado. Intentamos aprender a hacerla viendo vídeos de youtube, pidiendo recetas, buscando sabores parecidos a los quesos y frijoles de acá. Transamos quesos, frijoles de seda, loroco, ayotes, cochinitos, papelillo y chicharrones. Faltan palabras, pero un lugar no es hogar si no se cuenta con esa cercanía a unas buenas pupusas.

Yo encontré a la vuelta de una cuadra un comedor donde fui a almorzar en mi primer día trabajando en esa nueva oficina. Me tomó dos meses darme cuenta que pese a que su almuerzo es tan intrascendente como el de otros comedores de ahí cerca, ahí hacen buenas pupusas.

En estos dos meses ya me había apropiado de mi lugar. En mi escritorio habían ya más cosas que indican que es mi puesto: un cactus, nuestra mejor foto, recuerdos de mi antiguo trabajo, un cuadro de Monseñor y otras cosas. Ya conozco las horas y atajos a tomar para llegar a tiempo. Pero faltaba algo para sentirme bienvenido. No por la gente, si no por ese entorno que no es familiar mientras no encontremos ese enlace a casa.

Y lo hallé. Ahora toca crecer y disfrutar el proceso. Y reconfortarme con ese sabor que me recuerda que no estoy tan lejos de donde siempre he andado.


Comentarios

KR ha dicho que…
Me parece que tenés toda la razón, uno no se siente totalmente bienvenido en un nuevo lugar hasta que encuentra estos lugares, no solo por su sabor y recuerdos cálidos, sino también por la gente que se encarga de martillarle a uno, a punta de "graciosidad" que uno es parte de un pueblo mucho más grande que un municipio.

Tengo tres meses y medio de estar viviendo en Suchitoto el 80% del tiempo, hasta hace dos semanas, en medio del caos laboral de redactar un proyecto, que implicó no tener tiempo ni para cocinar, encontré una pupusería que se está disputando el puesto de "mejor pupusería que he conocido", por supuesto esto ha implicado una gran felicidad para mí.

Saludos Víctor, siempre es un placer leerte.

Entradas populares