Esa sensación de puerto

He andado por ahí, viviendo. Mucho tiempo en el trabajo frente a la pc, esperando que algunas cosas se resuelvan para poder volver a trabajar en campo. Grandes retos para mi paciencia, mi fe y mi serenidad en estos días que han venido sucediéndose de una manera un tanto lenta en ese espacio. Es curioso estar sentado en medio de la vorágine y sentir que, pese a todo, se sobrevive y se sale adelante. 

Ella tiene mucha parte de culpa en eso, hay que decirlo. Me calma. Yo, que suelo transmitir paz, soy un saco de tormentas detrás de los ojos. Y ella lo sabía. Y eso, un gesto suyo, la mera presencia me calma. No buscaba eso precisamente, pero lo necesitaba. Como muchas cosas más. Esperar y desesperarme en el camino ha valido tanto la pena. En el fondo tenía esa esperanza de que llegara así, resuelta y derribándome uno que otro muro que hice en el camino. Y ahí está, agarrándome de la mano mientras yo salgo de mi asombro y de mis dudas. Si, son los meses de la limeranza y tal. Pero detrás de toda mi emotividad y su neuroquímica hay un monstruo, un infierno de mente que sopesa todo y lo cuestiona todo y planea y proyecta y vuelve atrás y compara y grita, grita y grita y al final se va quedando cada vez más callado, cada vez tiene menos qué decir y mucho más que aprender, mucho que botar y mucho que poner en su lugar para hacerle espacio a alguien que ha venido sabiendo de heridas y de infiernitos tras la mirada. 

Ella sabe de eso. Y yo lo sé. Y ahí estamos, tan distintos en lo banal y tan complementarios en la esencia. Ella con la mesura de quien sabe disfrutar la emoción y la pausa. Yo suelto al fin, con esa sensación de puerto, de tocar tierra firme. 

Víctor

Comentarios

Ligia ha dicho que…
:)

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