Conclusiones al llegar a casa, después de un café

Está uno, con sus 27 años subrayados por los 28 años de un hermano que nació de otra madre. Y se encuentran después de un tiempo con otro hermano, nacido de otra madre. Y toman café, rien a carcajadas, se señalan los carnosos pliegues extras, los incipientes dolores articulares fruto de viejas batallas deportivas lidiadas juntos. Se habla del pasado, se habla del presente, del hijo que crece apresurado, del trabajo que no llega, de las mujeres que se han ido, de las madres y los amigos.

Basta una hora para hacer más evidente que aunque pasen meses sin vernos, seguimos siendo los mismos que con 17 años recorrían éstas calles a las 10 de la noche, pasándose por pelota una almendra o una piedra. Que somos los mismos que entonces nos encaminábamos cerca de casa para seguir platicando, que somos los mismos que bromean pellizcando las gorduras de cada cual, los mismos a quienes podemos abrazar cuando un pie o el corazón se nos quiebra y necesitamos regresar a salvo a casa.

Gracias totales



Victor

Comentarios

Clau ha dicho que…
que Soda te escuchaste...envidia de esos reencuentros...mis amigos físicos y mi familia están lo suficientemente lejos como para verlos demasiado poco
HuelveElena ha dicho que…
Uh, los reencuentros son una maravilla. Anoche yo tuve uno.

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