Dos o tres preguntas posteriores...
¿Cuánto habrá ganado de memoria quien me ha olvidado? ¿Qué tamaño de recuerdo seré en, digamos, ciento diez días? ¿Seré recuerdo suficiente hoy como para irme a revolcar en la cama con mis quimeras?
Sucede que me canso de ser yo, y entonces pienso en mi sombra y en mi recuerdo. Me da por pensar en detalles de los recuerdos, como su peso neto, volumen o tamaño relativo. Pienso en tres o cuatro hechos del ayer como para ser reseñados en algúna revista llamada Anales del aburrimiento cotidiano, en dos o tres sucesos propios que dan para llevarlos a un anticuario a comer polvo de bellos relojes detenidos.
Fumo un par de cigarros que se humedecieron la otra noche que había llorado por no tener ganas de un suicidio colectivo. Y me pregunto si seré recuerdo suficiente para cuando la parca llegue y yo me haya ido.
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