Issues nocturnos con la muerte
Están solas mis palabras. De a poco las van abandonando las imágenes, las sensaciones, los olores y las temperaturas de las madrugadas, los mediodías, las medias tardes. Todo cambia, hasta mi relación con la muerte.
Antes podía decir en qué mes podría haber muerto, pensando pues en la lindura de los cielos, el color de los recuerdos o las bondades del clima en el ánimo de la gente, o ya de por sí porque cada mes tenía para mi algún gusto particular. Enero, por ejemplo, habría sido bueno para fenecer por aquello de que el inicio del año es siempre una buena época aunque haya menos pisto. Febrero porque me gustó siempre el olor a los cuadernos y los libros recién forrados, y febrero siempre será el inicio del año escolar en mis recuerdos.
Los meses de lluvia habrían sido una buena época para mi entierro, me gusta salir a mojarme bajo una buena tormenta: sería lindo que me enterraran y al final del entierro cayese una lluvia suave y persistente o una tormenta con rayos y viento. Así sabrían que me he ido saltando en los charcos, abriendo los brazos al cielo, ya sin miedo de los rayos o de las ramas que podrían caerme. Octubre sería un mes lindo para morir, solo si hace vientos de Octubre, solo si esos vientos tienen ese sabor particular a irme de vacaciones, de volver a casa con mis abuelos a jugar de lo que fuera que inventásemos antes que Mamá Rosa nos llamara a comer.
Pero hoy la muerte es así como que un tema presente pero complicado. La acepto, es parte de la vida, la amo como mi hermana que es y que un día me llevará a dar mi último y más trascendente paseo. Pero me ahueva que cuando me lleve a darme ese paseo no haya logrado mayor cosa, que mi paseo sea solo otro que poner en el calendario, otra cruz que mandar a pintar el dos de noviembre.
Si, me preocupa algo que debería preocuparme en diez años, pero es que yo siempre he vivido diez o veinte años adelantado, siempre he tenido la gravedad de un adulto y la irresponsabilidad de un anciano que olvida las cosas según le conviene. Así que pues, hoy casi a mis treinta años me preocupa la muerte, con inconformidad, con sensación de vacío. Nunca he estado conforme con mi vida, y hoy resulta que ni con la posibilidad de mi muerte estaré conforme, al menos por esta noche.
Vale verga, mapachada.
Gurnaits
Antes podía decir en qué mes podría haber muerto, pensando pues en la lindura de los cielos, el color de los recuerdos o las bondades del clima en el ánimo de la gente, o ya de por sí porque cada mes tenía para mi algún gusto particular. Enero, por ejemplo, habría sido bueno para fenecer por aquello de que el inicio del año es siempre una buena época aunque haya menos pisto. Febrero porque me gustó siempre el olor a los cuadernos y los libros recién forrados, y febrero siempre será el inicio del año escolar en mis recuerdos.
Los meses de lluvia habrían sido una buena época para mi entierro, me gusta salir a mojarme bajo una buena tormenta: sería lindo que me enterraran y al final del entierro cayese una lluvia suave y persistente o una tormenta con rayos y viento. Así sabrían que me he ido saltando en los charcos, abriendo los brazos al cielo, ya sin miedo de los rayos o de las ramas que podrían caerme. Octubre sería un mes lindo para morir, solo si hace vientos de Octubre, solo si esos vientos tienen ese sabor particular a irme de vacaciones, de volver a casa con mis abuelos a jugar de lo que fuera que inventásemos antes que Mamá Rosa nos llamara a comer.
Pero hoy la muerte es así como que un tema presente pero complicado. La acepto, es parte de la vida, la amo como mi hermana que es y que un día me llevará a dar mi último y más trascendente paseo. Pero me ahueva que cuando me lleve a darme ese paseo no haya logrado mayor cosa, que mi paseo sea solo otro que poner en el calendario, otra cruz que mandar a pintar el dos de noviembre.
Si, me preocupa algo que debería preocuparme en diez años, pero es que yo siempre he vivido diez o veinte años adelantado, siempre he tenido la gravedad de un adulto y la irresponsabilidad de un anciano que olvida las cosas según le conviene. Así que pues, hoy casi a mis treinta años me preocupa la muerte, con inconformidad, con sensación de vacío. Nunca he estado conforme con mi vida, y hoy resulta que ni con la posibilidad de mi muerte estaré conforme, al menos por esta noche.
Vale verga, mapachada.
Gurnaits
Comentarios
Creo, sin temor a equivocarme, que en tu paseo has logrado muchas más cosas de las que imaginas.
Con sólo marcar la vida de todos los que te conocemos, ya estamos hablando de algo muy significativo.
Te quiero un montón!!!