El no-arte de la conquista
No tengo malicia alguna. No encuentro motivos para.
Mi modo es otro. Ajusto palabras para ser ciertas y enguatadas.
Cedo espacio. No rompo el silencio -a menos que la desesperación lo amerite y lo hago de modo muy quedo –. Yo te aguardo a que un día expandás el universo.
Soy demasiado correcto.
No he de incomodar con sentimientos. No he de mandar piedras a mano escondida. Si he de lanzar una, mi mano estará alzada y mis ojos te verán como quien espera el regaño por la travesura. Sabelo, soy lento.
(Un día vas a leer estas letras y te dará una risa)
Habrás notado ya los vericuetos. Mi ingenuidad y mi desesperanza.
Estas migas se las habrán llevado las palomas, los chontes y las gualcalchías.
Yo seré un recuerdo.
Un correctísimo recuerdo.
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