Tere
Sabés, por más que intento no me acuerdo de mis palabras de entonces, cuando pedía con insistencia que aparecieras en la casa. No recuerdo tampoco si te decía algo antes de quedarme dormido empujando tu andadera, no sé que te diría con mis cuatro años y mi anemia salvaje y tu insistencia en llevar la contraria a carcajada suelta. De lo que me acuerdo es de comerme la cebolla y el chile verde que antes apartabas de tu comida, y me acuerdo también de cuando me pedís que te despierte a la madrugada, cuando voy a dormirme y vos necesitás trabajar en tus cosas. Mis recuerdos parten de cuando vos eras un pedacito de gente al que podía cargar adonde fuera. En mi ahora estas vos y tus palabras de señora, tus carcajadas de bicha bayunca, tus lágrimas de cipotía chillona. Hoy hace veinticinco abriles que cumpliste mi deseo de niño de no echarme solo las locuras de la casa que hemos compartido. Apenas puedo darte un abrazo y mientras voy llevando a cucucho tus recuerdos le pido a Dios que te ilumine para que sigás labrando tu propio camino.
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